Durante décadas, los medios de comunicación tuvieron algo claro:un editor decidía qué era noticia. A veces acertaba, a veces no… pero había un criterio editorial, una línea, una responsabilidad.

Hoy, ese editor ya no existe. Fue reemplazado por una máquina: un algoritmo que no busca verdad, contexto ni rigor. Busca clics, atención… y tiempo de pantalla. El nuevo editor en jefe no tiene rostro, pero sí poder.

Cuando el algoritmo decide qué vale la pena

Las plataformas digitales no premian el contenido más informado, sino el más atractivo, el más emocional, el que genera reacciones inmediatas. La verdad es lenta. El algoritmo es rápido.

Y mientras antes un periodista seleccionaba una historia porque tenía impacto social, hoy esa misma historia es invisible si no consigue engagement. En otras palabras: ya no gana el más importante… gana el más viral.

En el periodismo automotriz esto es evidente: Un análisis técnico serio no compite con un “unboxing” hecho en 15 segundos. Una investigación sobre problemas mecánicos no genera tantas vistas como un video gritando “¡Miren cómo acelera!”. La emoción desplazó a la información.

Periodismo a la medida del algoritmo

Muchos medios -por supervivencia o por comodidad- se adaptaron a las reglas de la máquina. Editan para gustar, no para informar. Titulan para provocar, no para explicar. Y poco a poco, el oficio deja de ser un acto de responsabilidad… para convertirse en un ejercicio de complacencia digital.

El periodista ya no escribe para el lector… escribe para un robot que decide si su nota vive o muere en cuestión de segundos. Y cuando un algoritmo dicta la relevancia de una historia, el periodismo deja de servir al público… y empieza a servir a la plataforma.

Un riesgo invisible pero real

El poder editorial hoy no lo tienen las redacciones. Lo tienen empresas tecnológicas que controlan la distribución de información a escala global. No eligen la verdad: eligen lo que mantiene a la gente pegada a la pantalla. Y eso, en el fondo, significa que la información ya no está hecha para informar, sino para retener. Si la verdad no entretiene, desaparece del feed. Y lo que desaparece del feed… deja de existir.

Resistir a la máquina

Pero hay una salida. El periodismo que entiende el algoritmo puede usarlo sin rendirse a él. Puede contar historias con profundidad, sin perder la inteligencia narrativa. Puede emocionar… sin mentir. Puede informar… sin supeditarse.

Porque mientras un editor humano puede equivocarse, un algoritmo nunca se equivoca… porque nunca se hace responsable.

La última y nos vamos

El algoritmo no es el enemigo. Pero tampoco es neutral. Es un poder silencioso que ya decide qué piensas, qué ves y de qué hablas. Y si los periodistas no recuperan la voz, las noticias no serán escritas para personas… serán diseñadas para máquinas.

Y cuando eso pase, la verdad no desaparecerá… solo será sepultada bajo toneladas de entretenimiento.

Editorial: El algoritmo como nuevo editor en jefe

COMPARTIR