En redes sociales y en las calles mexicanas se ha vuelto común escuchar insultos entre automovilistas y motociclistas. La palabra “motosimio” -usada con desprecio para señalar a los usuarios de moto- se ha vuelto parte del léxico urbano. Pero cuando se analizan los datos, la historia cambia: lejos de ser los más agresivos o los que “provocan más accidentes”, los motociclistas son, en realidad, las principales víctimas del sistema vial mexicano.

Los números que nadie quiere ver

De acuerdo con el INEGI, durante 2023 murieron 16,772 personas por hechos de tránsito en todo el país. Una cifra brutal que no distingue tipo de vehículo, edad o condición. En ese mismo periodo, la flota de motocicletas registradas creció casi 90 por ciento: de 3.6 millones en 2017 a 6.8 millones en 2022. Es decir, hay más motos en circulación… pero la infraestructura, la educación vial y la fiscalización no crecieron al mismo ritmo.

En el análisis de siniestros urbanos, los reportes del Anuario de Transporte Urbano Suburbano (ATUS) muestran miles de colisiones en las que participan motociclistas cada año. Pero más revelador aún es lo que muestran las encuestas de salud: la ENSANUT 2023 estima que el 44.6 % de las lesiones no fatales por hechos de tránsito corresponde a usuarios de moto. Son los que más se lastiman, no los que más lastiman.

CDMX: el espejo del país

La Ciudad de México, por su densidad y volumen de tránsito, funciona como un termómetro. El Reporte de Hechos de Tránsito 2024 de la Secretaría de Movilidad (SEMOVI) confirma que el año pasado fue el peor para los motociclistas en la capital: 232 fallecidos, la cifra más alta de la década.

Y un dato clave: casi la mitad de esas muertes fueron por derrapes, no por choques con autos. Esto apunta a problemas de pavimento, derrames de aceite, baches y falta de mantenimiento vial, además de velocidad o falta de casco certificado.

En diez trimestres consecutivos (2019–2024), las motos se han mantenido como el grupo con mayor mortalidad vial en la capital. No por imprudencia colectiva, sino por vulnerabilidad estructural.

Más exposición, más riesgo, no más culpa

El aumento de accidentes con motos tiene una explicación matemática: más vehículos, más exposición, más interacción con autos. Si el sistema vial no se adapta -calles seguras, límites realistas, cultura de respeto y sanción efectiva- el resultado no sorprende.

Culpar a los motociclistas es una forma simplista de tapar fallas de diseño urbano y políticas públicas insuficientes. Además, la mayoría de los siniestros graves involucran exceso de velocidad de autos, giros sin precaución o invasión de carriles exclusivos, según los registros de tránsito urbano.

Entre la precariedad y la movilidad

No hay que olvidar un factor social: la moto se volvió herramienta de trabajo. Repartidores, mensajeros y empleados que antes dependían del transporte público encontraron en ella una opción rápida y económica para sobrevivir. Demonizarlos es ignorar la realidad económica del país.

Lo que sí puede cambiar

Los motociclistas también tienen deberes:

  • Usar casco certificado y ropa reflectante.
  • Respetar velocidades y semáforos.
  • Evitar maniobras temerarias o circular entre autos a alta velocidad.

Pero el cambio real pasa por:

  • Infraestructura adaptada a vehículos ligeros.
  • Controles de velocidad y alcohol para todos los usuarios.
  • Educación vial desde la escuela.
  • Campañas de respeto mutuo que humanicen el tránsito.
  • Un llamado a la cordura.

Reducir la conversación pública a insultos como “motosimio” no sólo es injusto: es peligroso. Alimenta un clima de hostilidad que en nada ayuda a mejorar la convivencia.

En México no hay una guerra entre motos y autos. Hay un sistema vial que mata por igual, pero golpea más fuerte a los más frágiles. Y las cifras lo prueban: los motociclistas no son los villanos de la vía, son quienes más pagan el precio de un país que no aprendió a compartir la calle.

Reducir a los motociclistas a un insulto es ignorar los datos. México cerró 2023 con 16,772 muertes viales; el auge de las motos -casi 90 % más en cinco años- rebasó la capacidad de nuestras calles y de nuestras autoridades. En CDMX, 2024 fue el peor año con 232 motociclistas fallecidos, casi la mitad por derrapes. No se necesita odio, se necesita empatía, velocidad controlada y pavimento digno. El sistema debe proteger a quien más riesgo asume.

No son ‘motosimios’, son los más vulnerables

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