En México, obtener una licencia de conducir es, en muchos casos, un trámite tan sencillo como pagar una cuota, presentar una identificación y esperar unos minutos. No se necesita pasar por un curso profesional, ni mucho menos demostrar habilidades reales al volante. En algunos Estados ni siquiera se exige un examen práctico, y en otros, el examen teórico parece un formulario de opción múltiple más propio de una trivia que de una evaluación seria sobre seguridad vial.

Este fenómeno, aunque parece un mero descuido administrativo, tiene consecuencias reales y costosas. Las calles se llenan de personas que jamás pasaron por una evaluación que valide su capacidad para manejar con responsabilidad. En otras palabras, la licencia de conducir en México es, muchas veces, un permiso sin mérito alguno.

Pero aquí lo más alarmante: México no solo queda mal parado en comparación con países desarrollados, sino también frente a naciones con economías más pequeñas o niveles de desarrollo mucho más bajos. En varios países de América Latina y otras regiones empobrecidas del planeta, conducir legalmente exige mucho más que en buena parte del territorio mexicano.

América Latina: países con menos recursos, más rigor

Veamos lo que ocurre en Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Bolivia. Estos países enfrentan desafíos económicos, políticos y sociales similares o incluso mayores que los de México. Sin embargo, todos exigen exámenes prácticos de manejo, cursos en escuelas autorizadas y evaluaciones teóricas que, aunque varían en nivel, al menos buscan establecer una base de conocimientos para quien se pone frente al volante.

En Guatemala, por ejemplo, es obligatorio tomar un curso y aprobar un examen práctico ante la Dirección General de Transportes. En Honduras, el proceso lo gestiona la Policía Nacional, y también requiere pruebas. Bolivia, incluso con sus limitaciones logísticas, ha establecido un sistema que exige pasar por una escuela y validar las capacidades de conducción en condiciones reales.

¿El resultado? Mayor control, aunque no perfecto, sobre quién puede manejar un vehículo. Una ciudadanía mejor preparada para asumir la responsabilidad que implica compartir el espacio público.

¿Y los países más pobres del mundo? Sorpresas incómodas

Ahora, vayamos más lejos. ¿Qué pasa en países como Haití, Etiopía, Nepal o Sudán del Sur? La primera impresión podría hacernos pensar en caos administrativo o total falta de controles. Pero la realidad, aunque matizada, es otra: la mayoría de estos países, al menos en el papel, exigen más que México.

En Haití, pese a la corrupción sistémica, se requiere un examen práctico. En Etiopía, es obligatorio tomar un curso y pasar por una evaluación escrita y otra en circuito. Incluso en Nepal, un país con ingresos muy bajos, el examen de manejo es considerado uno de los más estrictos del sur de Asia.

La República Centroafricana, país en conflicto y sin grandes recursos, sigue exigiendo una prueba de manejo. La corrupción puede alterar el proceso, pero al menos la ley establece requisitos. En contraste, en México basta con pagar en línea y recibir el documento en el celular.

Un espejo incómodo para México

¿Qué nos dice esta comparación? Que México, a pesar de contar con mejor infraestructura, más recursos y una mayor profesionalización institucional que muchas de las naciones mencionadas, ha abandonado un filtro básico para proteger la vida en las calles: asegurarse de que quienes manejan sepan manejar.

En un país donde, según datos de la AMIS y el INEGI, los accidentes viales se encuentran entre las principales causas de muerte en población joven, esto es una falla estructural grave. La facilidad con la que se obtiene una licencia no solo banaliza el proceso, sino que trivializa las responsabilidades del conductor.

Y no se trata de pedir exámenes imposibles. Se trata de establecer un estándar mínimo nacional, unificado y obligatorio, que incluya:

  • Un examen práctico serio, supervisado.
  • Evaluación teórica robusta, con enfoque en educación vial y empatía.
  • Cursos de manejo accesibles, pero exigentes.
  • Revisión médica real.
  • El auto no es un derecho, es una responsabilidad

Conducir no es simplemente trasladarse. Es operar una máquina de tonelada y media que puede matar. Lo mínimo que puede pedirse a quien aspira a tener una licencia es que demuestre, al menos una vez, que sabe controlar el vehículo, que entiende las señales y que tiene nociones básicas de convivencia vial.

Países con muchísimas más carencias están logrando exigir eso. México, por el contrario, ha elegido el camino fácil: convertir la licencia de conducir en un trámite exprés que se otorga a cualquiera… incluso al que no sabe frenar.

¿Peor que Haití? México y su peligrosa facilidad para dar licencias de conducir

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