El Instituto Reuters de la Universidad de Oxford, en su más reciente informe “Digital News Report 2025”, reveló algo que ya imaginábamos: las redes sociales no son solo una fuente de noticias, sino que se convirtieron en la principal fuente de noticias. Con un 54% de los ciudadanos accediendo a la información a través de plataformas como TikTok, Instagram y YouTube, la televisión (50%) fue destronada por primera vez en la historia.

Esta dura verdad para los medios tradicionales no es una mera estadística, sino la crónica de una profunda transformación en cómo se consume, se confía y, en última instancia, se controla la información.

La vanguardia de esta revolución está liderada por los menores de 30 años, una generación que ha abandonado casi por completo los canales tradicionales. Para ellos, la rigidez de la programación televisiva y la estructura de los sitios web de noticias son reliquias de una era pasada.

En su lugar, han abrazado la inmediatez de los contenidos visuales, la brevedad de los videos verticales y, sobre todo, la seductora personalización de los algoritmos. Plataformas como TikTok no solo entregan noticias; curan una realidad informativa a la medida de cada usuario, basándose en sus interacciones previas, intereses y redes de contactos.

Este ecosistema hiperpersonalizado ofrece una experiencia fluida y adictiva, donde el “scroll” infinito se convierte en el principal gesto para informarse del mundo.

Este cambio de paradigma está reconfigurando drásticamente el poder mediático. El modelo centralizado, donde un puñado de grandes cadenas y periódicos dictaban la agenda nacional, se ha fragmentado en millones de micro-realidades informativas.

El poder ya no reside únicamente en las salas de redacción de Nueva York o Atlanta, sino en las manos de influencers, creadores de contenido y comentaristas que construyen vastas audiencias en plataformas digitales. Estos nuevos actores mediáticos, a menudo operando fuera de los marcos éticos y de verificación del periodismo tradicional, ejercen una influencia considerable, especialmente entre los jóvenes.

La confianza, antes depositada en una marca periodística establecida, ahora se otorga a personalidades que cultivan una relación de aparente cercanía y autenticidad con sus seguidores.

Las implicaciones de esta transición son profundas y complejas. Por un lado, la democratización del acceso a la publicación de información puede dar voz a perspectivas marginadas y fomentar un debate más diverso. Sin embargo, también abre la puerta a la desinformación a una escala sin precedentes.

Los algoritmos, diseñados para maximizar el “engagement” (la interacción del usuario), a menudo priorizan el contenido sensacionalista, polarizador y emocionalmente cargado sobre la información veraz y contextualizada. Esto crea “cámaras de eco” y “burbujas de filtro” que refuerzan los sesgos existentes y dificultan el consenso social sobre hechos básicos. La preocupación ya no es solo la veracidad de una noticia, sino la arquitectura misma del sistema que nos la entrega.

El futuro de las noticias, por tanto, parece estar inextricablemente ligado al “scroll”. Para los medios tradicionales, el desafío es monumental. No solo deben competir por la atención en un entorno saturado, sino que deben adaptar sus narrativas a formatos que resuenen con una audiencia digitalmente nativa, sin sacrificar el rigor y la profundidad periodística.

Esto implica una inversión significativa en periodismo visual, una presencia estratégica en las plataformas dominantes y, quizás lo más importante, encontrar formas de reconstruir la confianza en un ecosistema donde cada individuo es, potencialmente, su propio editor en jefe.

Así, el informe del Instituto Reuters no es simplemente un punto de datos, sino un llamado de atención. El sorpaso de las redes sociales a la televisión como principal fuente de noticias en Estados Unidos marca el fin de una era y el comienzo de otra, caracterizada por la fragmentación, la personalización algorítmica y una redistribución fundamental del poder informativo.

Navegar este nuevo territorio requerirá una alfabetización mediática crítica por parte de los ciudadanos y una capacidad de adaptación sin precedentes por parte de la industria periodística. El trono de las noticias quedó vacante, y en la batalla por ocuparlo, el algoritmo, por ahora, lleva la corona.

La evolución TikTok: El Fin de la Hegemonía Televisiva en las Noticias

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