Desde el brillo de las estrellas hasta los pasillos blindados de Hollywood, un número recorrió la industria como un relámpago: 593.7 millones de dólares. Esa cifra no sólo representa el costo de una película, sino el precio de un sueño colosal: ‘Star Wars: The Rise of Skywalker’. Lo que debía ser la coronación épica de una saga legendaria se transformó en un monumento al exceso, un recordatorio de que incluso los mitos tienen su precio, y que detrás del resplandor del espectáculo siempre se esconde la sombra del riesgo.
Cuando Forbes reveló la cifra, el universo cinematográfico contuvo la respiración. La novena entrega de la saga galáctica se consolidó como la tercera película más costosa de la historia, sólo detrás de ‘Star Wars: Episode VII – The Force Awakens’ (2015) y ‘Jurassic World: Dominion’ (2022). Más allá del asombro, el número redefine la escala de lo que significa hacer cine a nivel planetario, un testimonio del alcance y la ambición de Hollywood.
Detrás de esos casi seiscientos millones se esconde una maquinaria colosal, donde la producción es apenas una pieza del engranaje. A los gastos de rodaje se sumaron la postproducción, efectos visuales, regrabaciones, marketing global y ajustes financieros que dispararon el presupuesto original de 415 millones hasta rozar cifras inéditas.
Forbes confirmó que estos números no son estimaciones, sino registros contables internos de Disney, dejando claro que ‘The Rise of Skywalker’ fue un proyecto de ambición desbordada y control volátil.
Pero este fenómeno no es sólo económico. La entrega dirigida por J.J. Abrams cargaba con la responsabilidad de cerrar más de cuatro décadas de narrativa intergaláctica y reconciliar a una comunidad de fans dividida. Cada decisión —desde recuperar rostros icónicos hasta diseñar batallas que unieran nostalgia y vanguardia técnica— implicó un costo adicional.
Según analistas, se trató de una producción que intentó “complacer al pasado y al futuro al mismo tiempo”, un reto tan ambicioso como contradictorio.
Pese a los millones invertidos, la reacción del público fue mixta: recaudó 1,077 millones de dólares en taquilla mundial, pero la crítica se dividió entre el asombro y la decepción. En la era de las superproducciones, la rentabilidad ya no sólo se mide en ingresos: una cinta debe duplicar o triplicar su inversión para considerarse exitosa.
Paradójicamente, el triunfo económico de esta producción parece un destello que oculta la fragilidad de un modelo de negocio cada vez más extremo.
Este caso invita a reflexionar sobre el cine contemporáneo: una industria donde la épica se mide en dólares y la creatividad compite con balances corporativos. De esta manera, la cinta simboliza ese dilema: una entrega concebida para cerrar un mito, pero que termina exponiendo el costo desmesurado de mantenerlo vivo.
Hoy, con su trono asegurado entre las producciones más caras de todos los tiempos, ‘Star Wars: The Rise of Skywalker’ no sólo marca el final de una saga, sino que plantea una pregunta urgente: ¿cuánto puede costar el arte cuando el espectáculo exige rozar el infinito? Tal vez la respuesta no se encuentre en los números, sino en la conciencia de que incluso las galaxias más lejanas tienen un precio, y que alguna vez puede resultar demasiado alto.