Diogo Jota, delantero del Liverpool y figura de la selección portuguesa, no se estrelló en una cancha, sino en la brutal realidad del asfalto. Su accidente automovilístico, al mando de un superdeportivo de altas prestaciones, encendió todas las alarmas. El futbolista sobrevivió con lesiones menores, pero el vehículo quedó hecho añicos, como si hubiera chocado contra el mismísimo destino.

Este hecho reabre un debate que suele dejarse en el tintero: ¿realmente estamos conscientes del riesgo que implica poner un coche de más de 700 caballos de fuerza en manos de un ciudadano promedio?

Mientras en países como Australia ya existen licencias especiales para conducir un superauto -exigiendo preparación específica y límites incluso al uso urbano-, en gran parte del mundo, incluido México, basta con una licencia de manejo genérica y una chequera abultada para comprar máquinas que rozan los 350 km/h.

Diogo Jota, honrado por el Liverpool con un lugar especial ‘para siempre’ en el equipo en el sitio web del club tras su trágica muerte

Top 10: Los vehículos de calle más rápidos del mundo (2025)

  • Koenigsegg Jesko Absolut – 531 km/h (teórico)
  • Bugatti Chiron Super Sport 300+ – 490 km/h
  • Hennessey Venom F5 – 484 km/h
  • SSC Tuatara – 474 km/h (cuestionado)
  • Rimac Nevera – 412 km/h (eléctrico)
  • Bugatti Bolide – 400+ km/h
  • McLaren Speedtail – 403 km/h
  • Aston Martin Valkyrie – 402 km/h
  • Lamborghini Revuelto – 350 km/h
  • Ferrari SF90 Stradale – 340 km/h

Esta lista impresiona, sí. Pero también aterra. ¿Qué sentido tiene que un auto pueda llegar a 500 km/h si ninguna carretera legal permite superar los 130 km/h?

Koenigsegg Jesko Absolut es el vehículo de la casa “más rápido que se haya fabricado, y la compañía nunca se esforzará por fabricar un coche de carretera de producción en serie más rápido”.

Velocidad extrema vs seguridad extrema: ¿la balanza está equilibrada?

No se puede negar que estos autos también representan lo más alto en tecnología de seguridad activa y pasiva:

  • Sistemas de control de tracción inteligentes.
  • Chasises de carbono reforzados.
  • Frenos cerámicos capaces de detener una nave de 2 toneladas a 300 km/h.
  • Bolsas de aire adaptativos y suspensiones que reaccionan antes que el conductor.
  • Sin embargo, hay un punto ciego en todo esto: la ecuación humana.

Porque, aunque el coche sepa más que el conductor, basta con una curva mal calculada, una distracción mínima, o un impulso de ego para que todo lo demás falle. A 250 km/h, la física no perdona. Ninguna tecnología de seguridad es capaz de neutralizar una fuerza de impacto equivalente a caer desde un edificio de 30 pisos.

Superdeportivos: ¿libertad o locura?

La fascinación por la velocidad ha sido parte de la humanidad desde que el primer motor rugió. Pero lo que antes era exclusivo de pistas cerradas, hoy se mezcla con tráfico urbano, motociclistas en delivery y familias cruzando calles. Lo que debería ser un arte —conducir un vehículo de más de 1 millón de dólares— se convierte en una bomba de tiempo sin detonador visible.

El caso de Diogo Jota no es el primero ni será el último. Recordemos a Paul Walker, a Richard Hammond (que sobrevivió de milagro) o a múltiples accidentes protagonizados por influencers automovilísticos que confunden adrenalina con espectáculo.

Australia lo entendió antes: el resto del mundo debería tomar nota

En Australia, para conducir autos de más de 276 hp (204 kW), se requiere una licencia especial tipo “High-Performance Vehicle Licence”. Los conductores deben tener experiencia comprobada, historial limpio y capacitación específica. ¿Y en México? Solo necesitas pagar la tenencia y tener un amigo en el SAT que te agilice la importación.

El mercado de los superautos seguirá creciendo. Las marcas seguirán elevando cifras, potencia, aceleración y velocidad máxima. Pero si no exigimos límites, educación y responsabilidad, las carreteras seguirán siendo escenario de tragedias innecesarias. Porque a 250 km/h, ni el futbol, ni la fama, ni el dinero sirven de airbag. Solo queda el silencio. Y los escombros.

Nadie sobrevive a un golpe a 250 km/h

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