No es casualidad que la industria automotriz mundial mire con recelo hacia China. En apenas una década, ese país ha logrado lo que a otros les tomó generaciones: transformar por completo su industria y colocar a sus marcas en la primera línea del tablero global. “Nos quitan el sueño”, reconocen, sin tapujos, voces influyentes del sector. Y entre todas ellas, un nombre resuena con más fuerza: BYD, el gigante de Shenzhen que parecía imparable.
Pero las apariencias, como suele ocurrir en la historia de los imperios, pueden ser engañosas. Según un reporte exclusivo de Reuters, la compañía tuvo que recortar sus previsiones para 2025. La guerra comercial interna en China, alentada por más de 130 marcas que compiten a golpe de rebajas, comenzó a pasar factura. El exceso de oferta se traduce en precios a la baja y, con ellos, en beneficios cada vez más reducidos.
El caso de BYD es paradigmático: de prever 5.5 millones de unidades, hoy ajusta su meta a 4.6 millones, un recorte del 16% que no puede pasarse por alto. Sus últimos resultados financieros ya daban señales de alerta: un 30% menos de ganancias y, por primera vez en tres años, una caída en beneficios. Algunas de sus plantas comienzan a resentir la menor carga de trabajo.
El gobierno de Xi Jinping observa con atención. La sobreproducción automotriz no es un simple dato de mercado, es un asunto que puede sacudir la estabilidad económica de todo el país. Y cuando Pekín decide intervenir, pocas marcas sobreviven al ajuste.
Sin embargo, la historia de BYD no es solo de sombras. Fuera de China, su músculo se fortalece. El año pasado vendió 417 mil coches en el extranjero; en los primeros seis meses de este año ya superó esa cifra con 472 mil unidades. Europa convirtió en su nuevo campo de batalla, donde incluso ya rebasó a Tesla. La meta es clara: cerrar el 2025 con un millón de vehículos exportados, disputando a SAIC y Chery la corona de los grandes exportadores chinos.
En México, el fenómeno BYD comienza a escribirse con tinta propia. La marca encontró en nuestro país un mercado ávido de opciones eléctricas más accesibles, y aunque sus cifras aún son modestas frente a gigantes como Nissan o Toyota, su crecimiento es acelerado.
Modelos como Dolphin y Seal ya circulan por nuestras calles, despertando la curiosidad del consumidor mexicano que, por primera vez, observa a un fabricante chino no como una alternativa lejana, sino como un competidor real. Si la guerra comercial golpea a BYD en casa, México podría convertirse en uno de los escenarios donde la marca confirme que su expansión global no es una moda, sino una apuesta de largo aliento.
Así es BYD: una fuerza que se expande en el mundo, pero que al mismo tiempo enfrenta, en casa, la fragilidad que impone una guerra comercial sin cuartel. Porque en la industria automotriz, como en la vida misma, no siempre gana el más grande… sino el que mejor resiste.