Si pensábamos que el presidente electo de Estados Unidos Donald Trump anda como chivo en cristalería estamos equivocados, esta semana recién nos preparábamos para arrancar el 2017 cuando asentó dos duros y dirigidos golpes para México, específicamente para San Luis Potosí.

Fiel a su costumbre, Trump vía Twitter amenazó con incluir un arancel proteccionista a los productos de Ford y General Motors que no fueran fabricados en Estados Unidos…  Ford decidió poner en reversa la inversión que tenía pactada con el estado de San Luis Potosí por $1,600 millones de dólares.

Sin embargo, el millonario-presidente electo fue más allá y amenazó a Toyota con castigarlo, con la misma medicina. La respuesta no tardó en llegar y fue contundente: “Toyota ha sido parte de la cultura de manufactura de la región de Norteamérica por los últimos 60 años. Los volúmenes de producción y de empleo de la región no se verán afectados como resultado de nuestra nueva planta en Guanajuato, anunciada en abril de 2015. Toyota de México informa que no hay cambios en la estrategia regional bajo las circunstancias actuales”

Y por si había alguna duda, Mazda y KIA aprovecharon y reforzaron su apoyo para México, claro, con toda la diplomacia que la situación requiere.

No compremos ni un tornillo a Ford…

¿Y Ford qué pasa con ellos? Los más radicales, iniciación una campaña en redes sociales que piden sencillamente no comprar ningún producto de la marca en suelo mexicano “para que la marca conozca el valor de nuestro dinero” dice el argumento.

México ama a Ford y Ford ama a México…

Los “más nobles” periodistas y amigos de la marca pugnan por no dejarse llevar por la calentura del momento “México ama a Ford y Ford ama a México”, dictan sus argumentos que incluyen todos los empleos que de la marca emanan e incluso los programas sociales y escuelas que han financiado “desinteresadamente”.

Lo cierto es que todo es un negocio, ni Ford es malo, ni Ford es altruista. Si tiene empleos en México es porque le conviene, ¿por qué? Sencilla y llanamente porque somos un país manufacturero con salarios bajos, en comparación con Estados Unidos.

De acuerdo con el Centro de Investigación Automotriz con sede en Michigan, un trabajador de la industria automotriz en México gana ocho dólares por hora en promedio, cuando a un empleado de General Motors o Volkswagen en Estados Unidos le pagan 58 y 38 dólares por hora, respectivamente.

¿Ford necesita de México? Claro, necesita mano de obra certificada y barata para competir con sus productos. ¿México necesita a Ford? También, según datos de la compañía, Ford tiene tres plantas en nuestro país que generan 7,378 empleos aproximadamente.

¿Y los programas sociales y escuelas que financia en México? Claro que son ciertas y ayudan, pero tampoco las realiza por mero altruismo, estas acciones se pactan previamente con las inversiones con los Estados para tener una buena imagen con la comunidad que los rodean y quizá sean deducibles de impuesto, eso no nos consta.

En resumidas cuentas “el altruismo empresarial” es parte de una fusión en donde todos ganan empresas, gobiernos y población.

¿Entonces, Ford es el bueno o malo del cuento?

Como en la mayoría de las situaciones no hay ni blanco, ni negro. Ford es un negocio; sin embargo, hace falta que promueva ante Trump la relación que tiene con México tan férrea y apasionadamente como los comerciales en donde promociona que los mexicanos compremos un vehículo. “Nacido Ford, nacido Fuerte” ¿le suena?

Y sí, la salida de este capital dañó, con la decisión tomada por la empresa norteamericana, que atribuyó a cuestiones de mercado, más que a la presión de Trump, San Luis Potosí se quedará no sólo sin la inversión señalada, sino también, en cifras que el Gobernador Juan Manuel Carreras reveló en su primer informe, de dos mil 800 empleos directos y cerca de diez mil indirectos.

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